Un paraíso en la República Dominicana
El secreto mejor guardado de las Antillas
Cuando hablamos de la República Dominicana, a todos nos suele venir a la mente una imagen: playa de arenas doradas y aguas turquesas, cocoteros, hoteles con todo incluido... Son las características de los lugares más turísticos del País, como Punta Cana o Puerto Plata. Pero la República Dominicana es un gran país (en todos los sentidos) que alberga muchos más atractivos en distintas zonas de su extensión. La Península de Samaná es lo que podríamos llamar la "joya oculta" dominicana, y el secreto más celosamente custodiado por los viajeros que la conocen. Sus tierras casi vírgenes permanecen por ahora alejadas del turismo masificado, aunque el establecimiento de algunas grandes empresas hoteleras indica un pronto auge de la actividad para dentro de pocos años. Por ese motivo ahora es el mejor momento para visitar Samaná, mientras aún conserva su encanto indomable y sus maravillosos paisajes tropicales.
La orografía accidentada y montañosa de Samaná es la responsable del poco turismo que se acerca a esta zona. No hay lugar para grandes aeropuertos, sino sólo para pequeños aviones y avionetas. Los hoteles y resorts grandes brillan por su ausencia, y el turismo se suelen concentrar en los llamados hoteles boutique, pequeños establecimientos llenos de encanto donde lo primordial es que el viajero se sienta, literalmente, como en casa.
Samaná se encuentra al nordeste de la República Dominicana, y cuenta con una extensión de 850 km2, poblados por casi 92.000 habitantes. Muchos de ellos son descendientes de esclavos procedentes de Estados Unidos o el resto de las Antillas, por lo que los apellidos anglosajones son habituales. Cordiales, hospitalarios y alegres, son otro de los atractivos de esta fantástica y desconocida península. Pero la protagonista de excepción de Samaná es, sin duda, la Naturaleza; esta región es el paraíso para cualquiera a quien le gusten los escenarios naturales, y en ella se pueden realizar todo tipo de actividades. Senderismo, ciclismo de montaña, buceo, rutas a caballo o los célebres avistamientos de ballenas jorobadas son un ejemplo de lo que la provincia tiene para ofrecer. El Parque Nacional de los Haitises es un buen ejemplo de la espectacular escenografía de Samaná, pero también lo son sus largas y maravillosas playas (mucho menos concurridas que las de otros puntos de la geografía dominicana) o algunos lugares tan espectaculares como la cascada conocida como el Salto del Limón.
La capital de la región se llama Santa Bárbara de Samaná, pero se la conoce simplemente como Samaná. Las poblaciones de la zona se caracterizan por la profusión de viviendas de madera pintadas de alegres y atractivos colores, que otorgan su peculiar e inconfundible aspecto a los pueblos y ciudades. En estos lugares, el viajero tendrá la oportunidad de disfrutar de pequeños pero estupendos restaurantes, así como de disfrutar de la hospitalidad de los dominicanos de la zona. Otra interesante actividad son las compras; quienes visiten la región no deben esperar encontrar grandes centros comerciales ni zonas con boutiques de lujo, pero sí calles plagadas de pequeños comercios donde adquirir la bella artesanía de la zona (madera tallada, collares de coco... e incluso puros que no tienen nada que envidiar a los habanos) o tomar un ron dominicano al atardecer, contemplando una hermosa puesta de sol sobre el mar.
Ballenas jorobadas junto a una península verde
Las playas son uno de los grandes atractivos de Samaná, sin lugar a dudas. A pesar del escaso aprovechamiento turístico de la región (actividad que probablemente experimente un desarrollo importante dentro de pocos años), aún así muchos viajeros se encaminan a las costas de esta gran península en busca de arenales aún vírgenes, donde sentirse un poco como los “Robinson Crusoe” del siglo veintiuno. Y lo cierto es que los hay en cantidad: las Terrenas, las Galeras, Portillo, Cosón, Playa Rincón… Cantidad de enclaves costeros dotados de magníficas playas plenas de tranquilidad, aguas cálidas y paisajes espectaculares. Playa Rincón es probablemente la más conocida y admirada, y ha sido calificada por la UNESCO como una de las diez playas más hermosas del planeta. Sus tres kilómetros de extensión ofrecen a los ojos del viajero un panorama de arenales prácticamente vírgenes, en los que las únicas construcciones que destacan son los pequeños restaurantes típicos de la zona. Protegida del embate de las olas, las aguas de Playa Rincón son tranquilas y cálidas, están repletas de vida tropical y son perfectas para practicar actividades como el submarinismo, el esnórkel o, para los más innovadores, el kite-surf. Una buena comida a base de pescado fresco a la parrilla en cualquier pequeño establecimiento, acompañada por las refrescantes bebidas autóctonas y por el delicioso pan de coco, es el remate perfecto para las jornadas vividas en este paraíso.
Otros enclaves playeros son Las Terrenas, localidad situada más al norte, y el espacio natural con más palmeras por metro cuadrado del país; Cayo Levantado, un islote que se alcanza tras treinta minutos de navegación desde la capital, Samaná, y el lugar perfecto para intentar descubrir a las maravillosas ballenas jorobadas; Las Caleras, pequeño pueblo pesquero alejado del bullicio; o Playa Frontón, que tiene la peculiaridad de ser un lugar habitual para la práctica de la escalada. Y para los turistas que busquen exclusividad, el Portillo Beach Club, con su pista de aterrizaje para avionetas y profusión de actividades deportivas, es el destino ideal.
El interior de Samaná es, por su parte, una auténtica maravilla de los trópicos. El Parque Natural de los Haitises representa uno de los mejores ejemplos que se puedan encontrar de bosque húmedo tropical, y naturaleza salvaje y primigenia. Plagado de manglares, cayos e incluso cuevas con muestras de arte rupestre, sólo él merece ya unos cuantos días de atención exclusiva. Y por supuesto, cualquier viajero que visite la provincia no puede dejar de acudir a la cascada del Salto del Limón. Su estampa es la del más puro paraíso tropical: un río cuyas aguas se precipitan, alegres, en una bellísima piscina de aguas cristalinas, donde es posible darse un baño rodeado de vegetación exuberante. La cascada tiene cuarenta metros de altura y se puede llegar a ella a caballo o a lomos de una mula, lo que convierte a esta experiencia en algo muy especial. Es un trayecto de tan sólo una o dos horas que recorre el sendero “El Café”, una ruta adornada por bellas casas de colores donde tomar un refresco, comprar artesanía o degustar la gastronomía local.
No podemos alejarnos de Samaná sin hacer referencia a su capital. El malecón o paseo marítimo es el lugar ideal para escuchar el mar junto a la ciudad, llena de colorido, y contemplar la puesta de sol. También es el punto del que parten habitualmente las embarcaciones que llevan a los viajeros a avistar a las ballenas jorobadas, en su época de apareamiento y cría (de enero a marzo). En ocasiones, es posible llegar a contemplar grupos de hasta doce o más ejemplares de estos bellísimos animales.
El paraíso del coco, el pescado y el cacao
La cocina de Samaná, al igual que la del resto de la República Dominicana y de sus hermanas las Antillas, es de tipo criollo. Basada sobre todo en la fusión de culturas, las influencias taínas, españolas, estadounidenses e incluso francesas se dejan notar en sus deliciosos platos. Cabe destacar que uno de los ingredientes principales de los platos es el coco, y lo podemos encontrar tanto en preparaciones dulces como saladas. La leche de coco se utiliza con profusión, y el pescado o el arroz al coco son platos habituales y fáciles de encontrar en los pequeños restaurantes localizados en los pueblos o junto a las playas.
Los pescados son magníficos en esta zona del país, pero también lo son las carnes (de cerdo, vacuno o pollo). Por supuesto, en Samaná es habitual el famoso sancocho, que se considera el plato tradicional dominicano por excelencia. Este “cocido” de cerdo, pollo, vaca, tubérculos, plátano y muchos otros ingredientes varía dependiendo de dónde y cómo se cocine. Otro plato muy habitual en las mesas de la región es el mondongo (similar a los castizos callos españoles), sin olvidarnos de delicias locales comunes a todo el país, como son los chicharrones de pollo o de cerdo (estos últimos acompañados de naranja ácida frita), los deliciosos mariscos (y muy particularmente la langosta), la catibia (una especie de empanada realizada con harina de yuca y picadillo de carne), los quipes (plátano verde frito con harina, queso y carne)… Y por supuesto, las espectaculares frutas tropicales que pueblan los puestos de mercados y tiendas, e inundan el aire con su intenso aroma y color.
La bebida oficial en Samaná es, por supuesto, el ron. Con el permiso de la cerveza (que allí conocen como fría), que se consume durante el día para atajar el calor, el ron dominicano es un emblema del país y lo podemos encontrar en diversas variedades. Desde el ron blanco o seco, con mayor graduación alcohólica y que se suele consumir en cócteles o rebajado con agua, al ron amarillo o el ron añejo (que se bebe sólo con hielo, al ser más suave), la calidad de estas bebidas es insuperable. Acompañar unos deliciosos dulces de coco o cacao, sencillos pero exquisitos, con un buen ron con hielo o un cóctel preparado a la orilla del mar en un encantador chiringuito, es algo que no tiene precio…
Tradiciones ancestrales, folklore y Carnaval
En la Península de Samaná se han mantenido muchas tradiciones y folklore específicos de la región, aunque también se celebran fiestas comunes al resto del país, como el Carnaval de la Independencia. La fiestas de Samaná son muy exóticas, al mezclar de forma muy especial la devoción religiosa (la herencia católica española) con tradiciones más antiguas, heredadas de los originales pobladores de las islas, los indios taínos.
Las fiestas patronales de la capital Samaná tienen lugar el 4 de diciembre, día de Santa Bárbara; además, en otras localidades se celebran distintas fiestas que se conocen con el nombre de novenas. Están dedicadas a diversos santos (San Rafael, San Miguel…), y en ellas se puede ver bailar y cantar el baile más popular y antiguo del país: el bamboulé (también conocido como baboulá o baubulé). Se trata de un baile danzado por parejas de hombres y mujeres, con alto contenido erótico y que se acompaña de instrumentos tradicionales y cánticos. Aparte de las muestras de folklore que se puedan observar, hay que destacar que estas fiestas tienen un fuerte sentido religioso y se celebran entre misas, rezos, peticiones y cánticos.
La Fiesta de la Cosecha se celebra en la Chorcha, la iglesia más representativa de Samaná, al término de ésta. Los fieles acuden en procesión portando ofrendas (frutos, animales domésticos…) que se subastan, y el dinero obtenido se emplea para obras de caridad. Otras festividades son la del Espíritu Santo, la más antigua de la región, que tiene lugar el 18 de junio en Los Cacaos; y la Aguada, que se celebra los días 23 y 24 en San Rafael.
El Carnaval es la fiesta por antonomasia de la República Dominicana, y también lo es en Samaná. Las fiestas se celebran durante todos los domingos de febrero para culminar el Día de la Independencia Nacional (27 de febrero). Por las calles se suceden las comparsas y personajes característicos, que proceden de distintas herencias culturales: el areito (indio), el diablo cojuelo (español), los entierros y danzas (africanos)…
En cuanto a la vida nocturna, en Samaná no es particularmente intensa… Pero hay que tener en cuenta que estamos hablando de la República Dominicana, y esto significa que la música y el baile están en el alma de cualquier rincón del país. La noche suele comenzar sobre las ocho de la tarde, cuando la gente se reúne con un ron en las terrazas y bares, para luego extenderse a bares de noche y discotecas, que no tienen horario de cierre. Son típicos los llamados colmadones, centros cerveceros donde se reúnen los hombres al salir del trabajo. Un lugar que también puede ser un buen destino nocturno es el Café de París, en la capital, Samaná.