Madeira, la Perla del Atlántico
La isla de Madeira, como hemos comentado, es la mayor del archipiélago. Consta de 741 km2 y 130.000 habitantes aproximadamente, por lo que su envergadura es mayor que la de su vecina Porto Santo, con sólo 42,17 km2 y 4.800 habitantes. Ambas islas son muy diferentes, pero maravillosas cada una con su personalidad. La orografía de Madeira es escarpada y plena de acantilados rocosos; en Porto Santo, por el contrario, las playas de arenas finas y doradas son una realidad habitual.
Este hermoso lugar cuenta con paisajes increíbles, sobre todo para los amantes de la Naturaleza en estado puro. Las sendas para recorrer el interior y las escarpadas costas de Madeira suelen seguir los caminos trazados por las levadas, canalizaciones de agua de los tiempos de los conquistadores (s. XV) que surcan montes y campos para llevar el agua a las poblaciones. Los amantes del senderismo tienen una auténtico paraíso en esta red de canales, que forman un conjunto de rutas, a cada cual más interesante y espectacular.
La ausencia de playas grandes y al uso es, quizás, lo que más acusan los turistas que acuden a Madeira pensando encontrar un destino de sol y playa. Pero la isla tiene mucho más que arena para atraer a los visitantes, que no se sentirán decepcionados. Además, las aguas que rodean la isla son transparentes, cálidas y de un azul profundo, lo que las convierte en un paraíso para la fauna tropical y subtropical, perfecto para practicar buceo y submarinismo. Las piscinas naturales en las rocas también son un lugar estupendo para la diversión; y quien quiera tumbarse en una playa de arenas doradas, puede visitar la bella isla de Porto Santo, donde su gran arenal tiene además propiedades terapéuticas.
Flores, reservas naturales y un patrimonio a conservar
A Madeira también se la conoce como la Isla de las Flores. El viajero se sorprenderá al ver las grandes extensiones floridas del interior de la isla y de sus acantilados, que pueblan de color a una isla que semeja una selva en medio del océano. No en vano, el Parque Natural de Madeira ocupa dos tercios de la superficie total de la isla, llenando toda su extensión de reservas naturales, tanto terrestres como marinas. Dentro de la vegetación autóctona, hay que destacar los restos de los bosques de Laurisilva de Madeira. Antiguamente la isla estaba cubierta por esta especie casi en su totalidad, pero los colonos portugueses prendieron fuego a las extensiones para establecer granjas y cultivos. Los bosques que sobrevivieron a la quema reciben el nombre de bosques relictos, y han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.