Galería Plaza Veracruz By Brisas

“Excelente lugar”

La comodidad, la ubicación y el personal son cosas que agradezco siempre que me hospedo en el hotel. Gracias al sr. Bustos y a Estanislao por su amabilidad. La atención de servicio a cuartos y el valet también se llevan un 10. Tiene el plus de tener la plaza ahí mismo.

“Definitivamente volveremos”

Habitación muy cómoda, tiene todo lo necesario para pasar una agradable estancia, el servicio y atención del personal fue muy atento, gran variedad de opciones de platillos y antojitos en el buffet y las instalaciones se encuentran muy limpias.

“El trato de los trabajadores del hotel puede mejorar”

Puede mejorar el servicio del personal del hotel, el servicio en el área de club de playa es bueno, pero el servicio en el área de restaurante y recepción deja mucho a que desear ya que el personal es un poco grosero y lento. Club de Playa cómodo.

“Galería Plaza Veracruz: La nostalgia de un lujo extinto”

El Hotel Galería Plaza Veracruz se presenta como una opción accesible dentro de una plaza comercial, y uno podría pensar: “¡Genial, comodidad al alcance de la mano!”. Sin embargo, la realidad es otra, algo así como encontrar una tienda de antigüedades polvorienta en medio de un centro comercial mod… Más

El Hotel Galería Plaza Veracruz se presenta como una opción accesible dentro de una plaza comercial, y uno podría pensar: “¡Genial, comodidad al alcance de la mano!”. Sin embargo, la realidad es otra, algo así como encontrar una tienda de antigüedades polvorienta en medio de un centro comercial moderno. Sí, está “cerca de todo”, pero prepárate para sudar si llevas equipaje: el estacionamiento compartido con la plaza es un caos digno de una coreografía mal ensayada. Si tu sueño era protagonizar tu propio show de malabarismo cargando maletas por escaleras —y no, no las eléctricas, porque esas han decidido morir en servicio— este es tu lugar. Y botones que ayuden… ¿Qué es eso? Aquí han olvidado el concepto básico de asistencia, así que mejor ve entrenando brazos. Una vez dentro, el recibimiento sensorial es inolvidable: el aroma de la cocina impregnando el lobby, perfecto si querías una aromaterapia de grasa y especias en vez de un recibimiento elegante. Las escaleras eléctricas sucias que parecen una montaña rusa al estilo “sube y baja tú mismo” rematan la entrada triunfal. De un hotel que un día aspiró a ser de categoría, hoy queda una especie de monumento a la nostalgia de hace 20 años, con un personal que parece pensar: “Si llegó hasta aquí, que se las arregle solo”. Y cuando por fin llegas a tu habitación, encuentras amplitud, sí, pero también muebles con más años de servicio que un funcionario público bien acomodado. La silla del escritorio —o lo que alguna vez lo fue— es como un chiste de mal gusto: un respaldo roto, un pistón que no funciona y cero comodidad. ¿Cafetera sin insumos? Perfecto, así uno practica el ayuno involuntario. Además, de las tres lámparas de la habitación, dos ni siquiera tenían foco, creando un ambiente tenebroso más propio de una bodega que de un hotel. Por si fuera poco, el “amplio balcón” que ofrecen tiene vista… ¡a la zona operativa y las bodegas de la plaza! Un paisaje inspirador si tu idea de turismo es contemplar contenedores y trabajadores sudorosos. Ah, y si quieres una vista menos industrial, solo debes pagar $850 más por noche. Porque, claro, aquí mirar algo decente tiene precio. La cama es tan suave que al principio uno piensa “¡qué delicia!”, hasta que te vas hundiendo lentamente, cual arena movediza, y al despertar sientes que dormiste en el hueco de un sillón de consultorio. Las almohadas, por otro lado, son la versión suave de un ladrillo: te dejan un ratito en paz, pero después te preguntas si tu cuello sobrevivirá. Y no olvidemos el aire acondicionado, que tiene dos modos: “pingüino antártico” y “congelación criogénica”. Porque, ¿quién necesita regular la temperatura cuando puedes sentirte como un filete de pescado recién sacado del congelador, rígido y helado, preguntándote si tu siguiente parada es la plancha o tu hipotérmico descanso nocturno? El baño merece mención especial. El desagüe frente al inodoro brinda un espectáculo acuático digno de un documental sobre aguas estancadas. Y la regadera, con sus fugas y chorros dispersos, parece haber salido de una exposición de arte conceptual sobre cómo NO bañar a un ser humano. ¿Quieres trabajar en la habitación? Olvídalo: el internet viaja en carreta de dos megas por hora, perfecto si tu mayor expectativa es descubrir cuánto tarda en cargar una página a la vieja escuela. En fin, el Hotel Galería Plaza Veracruz podría ser un lugar aceptable si decidieran, no sé, entrar al siglo XXI, contratar más personal, hacer mantenimiento real y entender que el “acceso a la plaza” no justifica la pereza operativa. Mientras tanto, es como visitar el fantasma de un hotel que un día fue algo mejor, y que hoy —entre olores de cocina, mobiliario decadente, balcones con vistas dignas de un depósito y congelamiento constante— solo puede sacarte una sonrisa si decides tomártelo con humor negro. Eso sí, no olvides llevar tus propias maletas y quizás un abrigo térmico. Aquí el lujo es recordar que, después de todo, aún tienes la opción de salir corriendo.

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