Eurostars Louxo Talaso

“UN BREVE RELATO DE HISTORIA VITAL: EL HOTEL LOUXO DE LA ISLA DE LA TOJA”

No suelo escribir reseñas. Solo he realizado una primera y esta última, las dos relativas al hotel Louxo enclavado en la isla de La Toja. La primera reseña se remonta a hace muchos años, cuando decidí pasar unos días de descanso durante el mes de agosto. El hotel soñado para mí: un trato exquisit... Más

No suelo escribir reseñas. Solo he realizado una primera y esta última, las dos relativas al hotel Louxo enclavado en la isla de La Toja. La primera reseña se remonta a hace muchos años, cuando decidí pasar unos días de descanso durante el mes de agosto. El hotel soñado para mí: un trato exquisito, habitación amplia y confortable, vistas a la ría, magnífico desayuno buffet, su centro de talasoterapia y precio razonable. Desde entonces en pocas ocasiones falté a la cita de agosto. Dediqué más bien la reseña a escribir sobre el estado de abandono de la isla, ya que vi cómo la gente que la visitaba tiraba la basura, principalmente botellas de plástico y de cristal, directamente en la ría junto al muro de contención, pidiendo la colocación de papeleras, que no existían. Recuerdo que la reseña, antes de publicarla, la comenté con el director de entonces, Manuel Amuedo, que fue el inicio de una cálida relación personal. En ocasiones vino a saludarme en el desayuno o en la zona de las tumbonas. Lo recuerdo con cariño. Confieso que me sorprendió el año en que dejé de verlo, porque tenía asumido que, además de director, era casi dueño del hotel. Su presencia era constante y tenía su habitación en el hotel. Tengo que decir que me alegré mucho de que Dolores Valladares fuera posteriormente la directora, después del corto período de Laura Fernández (subdirectora antes), porque también, en el tiempo en que fue director D. Manuel, mantuve trato con ella en el comedor durante el desayuno, ya que todas las mañanas supervisaba personalmente dicho servicio. Por supuesto, mi relación personal fue más intensa con las chicas de recepción, principalmente Silvia Rivas, María Aguirre y Clara Rivera, y con Mercedes, que todavía hoy atiende como nadie las comidas al mediodía en el bar cafetería del hotel. Nunca una mala palabra o un mal gesto, siempre una sonrisa por parte de todos. Llegó a tal punto nuestra cercanía personal que el año que no había llamado o escrito con tiempo para reservar en agosto recibía un correo electrónico del servicio de recepción del hotel, como el que transcribo literalmente a continuación (Estimado Sr. Pinaglia, ¿Qué tal están? ¿Cómo se encuentran? Nos ponemos en contacto con ustedes ya que echamos de menos su reserva para el próximo mes de agosto. Esperamos que todo vaya bien y si el próximo mes no nos visitan confiamos en que si lo hagan muy pronto. Todo el equipo de recepción les envía un cordial saludo y no nos olvidamos de Juan Ignacio y de Borjita a los que mandamos un besito fuerte. María Aguirre). Impresionante las muestras de cariño. Jamás me había sucedido algo parecido. Sin duda, algo habíamos tenido que hacer bien para recibir semejante trato. Un año, no recuerdo en este momento cuál, en el que se celebró un aniversario importante para la propiedad tomando un coctel preparado por un profesional en la terraza de la piscina, tuvimos la oportunidad de intensificar nuestra relación personal conociendo al señor que estaba por encima de la dirección, concretamente a Luciano Martínez Carballal, hijo del noble y admirado empresario gallego don Luciano Martínez Pérez. En esa conmemoración, el hijo pequeño del gerente, Pedro, conoció a mi hijo Borja, ambos de la misma edad. Si no hubiera sido profesor de derecho me habría gustado ser médico (como mi abuelo, compañero y amigo de Ramón y Cajal), pero de balneario. Cuántas charlas amenas en el baño de vapor, también conocido como baño árabe, o hamam. Este agosto de 2024 he podido regresar al hotel tras la llamada irrechazable de Luciano realizada el año anterior, en que no pudimos viajar. El mes antes de ir me enteré de que el hotel Louxo se había vendido al Grupo Hotusa, pasando a denominarse Eurostars Louxo. Al llegar me invadió un sentimiento de tristeza, porque fui consciente de que para mí terminó una época. Creo que ya no podré volver más en agosto, porque no pertenezco a eso que se llama eufemísticamente turismo de calidad, que ya sabemos en qué consiste. Pero no escribo esta segunda y última reseña para despedirme (me queda el recuerdo imborrable de los felices años vividos), sino para elogiar y reconocer el valor de los trabajadores del Louxo, que constituyen una gran familia. Somos muy proclives a señalar los comportamientos negativos de las personas, pero muy poco a elogiar. He leído mucho al presidente de la sociedad propietaria, también gallego universal hecho a sí mismo desde la juventud, que habla permanentemente de rentabilidad, beneficios, eficiencia, etc. Me alegro mucho por él, ya que ha visto cumplido su sueño de juventud, pero quiero aprovechar esta oportunidad para darle a conocer otro aspecto de la realidad que él, como es obvio, no conoce ni puede conocer: la forma de ser de los trabajadores del Louxo. Lo tiene muy fácil el señor Amancio. Juega en casa con un equipo de casa, integrado mayoritariamente por gallegos afincados cerca del hotel, honrados, trabajadores, alegres, flexibles, generosos, deseosos de satisfacer los deseos de cada cliente y comprometidos con el proyecto empresarial. No caiga en el error de elogiar tanto el aspecto material del resultado empresarial, de la rentabilidad, del beneficio, sino centre su atención en lo que sus empleados hacen todos los días para conseguirlo. No olvide nunca que cada trabajador del hotel, desde la directora hasta el último en llegar, constituye un proyecto de vida. Cada proyecto de vida frustrado supone la aniquilación de la persona y de su familia, y eso no se restaura con una indemnización pecuniaria. Deje, por favor, que sigan realizando su proyecto vital hasta el momento de su jubilación, si así lo desean. No supone nada para su sociedad. Pórtese bien con ellos. El hotel Louxo es el mejor de la isla, usted lo sabe, por eso no cierra nunca. Conserve el servicio de talasoterapia y a sus empleadas, Begoña, Cristina, Lorena, etc. Para mí, la razón última de mi estancia junto con el baño en la ría. El servicio de habitaciones inmejorable. Maneje bien la eficiencia, porque la eliminación de cosas (como el coctel gentileza de la casa por las mañanas en la zona de la piscina) podrá darle más beneficio económico, pero al mismo tiempo irá disminuyendo el sentimiento de gratitud. Definitivamente, he sido feliz. Un abrazo para todos. Juan Ignacio Pinaglia-Villalón y Gavira. Carmona (Sevilla), agosto 2024.

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