La tierra de la nube blanca y larga
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El paraíso del Kiwi
Quien viaje a Nueva Zelanda se encontrará con un país formado por islas. Las principales, separadas por el Estrecho de Cook y caracterizadas por sus montañas, son las del Norte y la del Sur, que junto a las islas Stewart, Chatham, las Antípodas, Auckland, Bounty, Campbell y Kermadec, conforman 268.021 km² de extensión. Entre todas forman un paraje caracterizado por sus Alpes meridionales nevados, grandes cadenas de montañas, conjunto de volcanes en activo, fuentes termales, géiseres, bosques tropicales, costas kilométricas, profundos fiordos, llanuras de pastoreo, ríos de corriente rápida, y grandes lagos, algunos de origen glaciar.
En cuanto a su flora y fauna, al igual que su naturaleza, se caracteriza por su diversidad, peculiaridad y mezcolanza. Guarda impresionantes bosques con más de un 82% de plantas endémicas, siendo las más comunes los helechos nativos, arbustos, musgos y líquenes. La fauna también parece proceder de otro mundo, ya que aquí viven especies únicas de aves y reptiles, como son: el kiwi- animal endémico e ícono nacional-, el kakapo y el takahe, pájaros que no vuelan; reptiles como los escincos, geckos, el fósil viviente tuátara, ranas, arañas (katipo), insectos, caracoles, e incluso dos especies de murciélagos únicos. Mientras, en el mar habitan todo tipo de vida marina: sellos, delfines, pingüinos y casi la mitad de las especies existentes de cetáceos y lobos marinos.
A pesar de la riqueza natural actual, Nueva Zelanda ha perdido con la llegada de los humanos incontables especies de animales. Por eso, fue pionero en la conservación medioambiental y en la protección de especies silvestres.
Este peculiar ecosistema de Nueva Zelanda, en parte, es debido a su templado clima, caracterizado por un sistema meteorológico que se desplaza de oeste a este, creando una atmosfera diversa. Con temperaturas contrarias al hemisferio norte, el verano se disfruta en enero y febrero, mientras que en julio se vive el pleno invierno. Así, en el norte del país se disfruta de un verano subtropical, mientras que en invierno se contempla unos nevados Alpes. La temperatura máxima llega a unos 20-30 º C y la mínima entre unos 10 y15 º C. Sin embargo, al ser un país de costa, su mayor parte suele disfrutar de unas temperaturas suaves.
Con una extensión comparable a Gran Bretaña o Japón, en Nueva Zelanda habitan cuatro millones de personas, convirtiéndose así en uno de los países menos poblados del mundo. Más del 50% de sus habitantes son europeos, pero la minoría etnia maorí es la comunidad más importante del país. Con ellos conviven otros grupos minoritarios como son los polinésicos y asiáticos.
Como todo en este país, quien viaje con destino a Nueva Zelanda, también se encontrará una cultura incomparable cuyos orígenes proviene de su más primitiva historia, de las más jóvenes del mundo. Sus primeros pobladores, los polinesios, llegaron a las islas en 1250 y tras su asentamiento, con el tiempo, modificaron su cultura hasta convertirse en los maorís. Tras ellos, en 1642 llegó el primer europeo, el explorador neerlandés Abel Tasman, pero realmente el desarrollo de Nueva Zelanda comenzó con la colonización inglesa a partir de 1768. El país vivió un largo periodo de inestabilidad, por el dominio de los británicos y la ambición de posesión de los franceses, hasta que en 1840 se firmó, entre la Corona Británica y los maoríes, el Tratado de Waitangi. Con este acuerdo se estableció la ley británica y, a su vez, quedaba constancia de los derechos de los maoríes.
Nueva Zelanda fue así una colonia británica que cada vez adquiere mayor independencia, cambia su estatus para pasar a ser dominio dentro del Imperio británico y, finalmente, en 1947, adopta el Estatuto de Westminster, pasando a ser un miembro de la Mancomunidad de Naciones. En la actualidad, Nueva Zelanda es una monarquía constitucional, la de Isabel II, con un gobierno demócrata parlamentario.
En definitiva, Nueva Zelanda es un país siempre por descubrir, moderno, económicamente potente y, a su vez, rico en cultura oral de historias y leyendas; con una cocina inspirada en recetas de multitud de países, con una gran vitalidad nocturna, numerosos festivales y conciertos, así como con todos los escenarios posibles para hacer el deporte que desees: senderismo, navegar en kayak, buceo, bungy... Así que mai Haere – Bienvenido en maorí- a Nueva Zelanda.
Qué visitar en Nueva Zelanda: parajes de fábulas
En la isla Norte, la menos montañosa, pero sí muy volcánica, ofrece desde la más pura naturaleza salvaje, hasta el más espectacular y completo servicio de ocio y entretenimiento. En Auckland, la ciudad más grande y con la oferta más amplia en comercio, entretenimiento y deporte de Nueva Zelanda, el visitante se encuentra en el punto más estrecho de la Isla, que se extiende de un lado al otro del país. La llamada Ciudad de las Velas es popular por sus playas salvajes, sus famosos cruceros a lo largo del puerto del Golfo, sus safaris ecológicos marinos, su cercanía en kayak a otras islas paradisiacas, como Rangitoto, y por su buena cocina y mejores compras. Pero, si lo que se desea es tranquilidad y playa, La Bahía de Plenty es el lugar ideal. En esta zona costera se halla la ciudad de Tauranga, con sus hectáreas de huertos y jardines, y mejores restaurantes especializados en vinos locales, pescados y marisco fresco. Muy cerca está Mount Maunganui, un lugar ideal para los deportistas por sus playas surfistas. Esta zona, además, te da la oportunidad de visitar un volcán en activo, piscinas termales e incluso tranquilos balnearios que ofrecen todos los servicios posibles.
En el norte de la Isla, se descubre Rotorua, extendiéndose sobre una meseta volcánica, llamada Bahía de la Abundancia. Es el lugar ideal para relajarse. Su peculiar situación, la Volcánica de Taupo, con tres volcanes activos, ha creado piscinas de barro, numerosas fuentes termales, géiseres, que dan la posibilidad de experimentar los beneficios que proporciona la energía geotérmica. Así como, los spas te proporcionan el placer y la relajación merecidos durante las vacaciones. Por ejemplo, el Spa Polynesian proporciona el mayor relax posible con sus servicios de entretenimiento y sus piscinas, una de agua dulce y dos, de agua mineral caliente.
En esta zona, también es imprescindible visitar el área volcánica de Taupo, todavía en estado activo; observar la montaña más alta de la Isla, el monte Ruapehu, de 2.797 metros de altura, y admirar el lago más grande del país, el Taupo, formado por una de las grandes erupciones volcánicas de la isla; así como la belleza escénica del lago Rotorua. Esta parte de la Isla y su ciudad dispone para el visitante de todas las actividades turísticas posibles: baños termales, paseos en cascada y por el lago, deporte de aventura y riesgo....
En Taupo además también se encuentra el parque geotérmico de Wai-O-Tapu y los famosos cráteres de la luna.
Por último, no hay que abandonar la Isla Norte sin antes visitar la segunda ciudad más grande de Nueva Zelanda, Wellington, su capital. Una pintoresca ciudad, rodeada de selva y con casas colgantes, conocida como la capital cultural y de las artes. Aquí se encuentran las mejores galerías del país, se disfruta de los mejores conciertos ofrecidos por la Orquesta Sinfónica de la Royal New Zealand Ballet y se aprecian caminando por sus calles los mejores museos escultóricos al aire libre. En su paseo marítimo está el Papa Tongarewa, ‘nuestro lugar', que presenta la historia de Nueva Zelanda.
La Isla Sur, la mayor. Está dividida longitudinalmente por los Alpes del Sur, cuyo punto más alto es el Monte Cook o Aoraki con 3.754 metros. La Isla Sur se caracteriza por su larga cordillera de 18 montes, de más de 3000 metros de altura, cortados por fiordos empinados, por sus parques nacionales, Abel Tasman y Kahurangi, por la belleza de las Llanuras de Canterbury y por la espectacular fotografía que ofrece sus glaciares, el Fox y el Franz Josef. Este paisaje tan completo, variado, diferenciado e incluso extraño, es lo que convierte a la Isla Sur en el destino preferido de los turistas.
Sin duda son muchos los lugares que no te debes perder si viajes a la Isla Sur, pero entre todos, los puntos imprescindibles son:
Los Alpes Glaciares. Entre Canterbury y Christchurch, la llamada Ciudad Jardín, se extiende la llanura de picos de los Alpes, lleno de atracciones para el disfrute de los turistas y lugareños. En esta zona, todo el que lo desee tiene a su disposición actividades de esquí, golf, salto bungy, rafting, mountain bike, windsurf, avistamiento de ballenas, paseos por viñedos y jardines y senderismo, incluso a su pico más alto, Aoraki Mount Cook. Todas estas posibilidades están al alcance de la mano en el Parque Nacional de Arthurs Pass y en los pueblos de Península de Banks.
En cuanto a Christchurch, a pesar de haber sufrido un terremoto en 2011, sigue siendo una hermosa ciudad donde disfrutar de la buena cocina neozelandesa, pasear por el río, montar en bicicleta por las pistas de montaña, o simplemente relajarte en la playa.
Esta isla también acoge una de las zonas más bellas y sobrecogedoras de Nueva Zelanda, Fiordland. Está formada por glaciares más de 100.000 años, con lo que su paisaje está caracterizado por sus cascadas de agua que caen a los profundos fiordos negros. Se trata de una antiquísima selva refugiada en el Fiordland National Park, Patrimonio de la Humanidad, y en el Milford Sound, descrita como la Octava Maravilla del Mundo. En Milford está el paseo más famoso de Nueva Zelanda, y largo, con sus 53 kilómetros de longitud. Su destino final merece la pena, porque entre montañas, lagos y valles, terminas en las Cataratas del Sutherlaand, la cascada más alta de Nueva Zelanda.
Y por último, pero no por ello menos importante, el lugar de encuentro de turistas y visitantes es Queenstown. La ciudad se encuentra a orillas del lago Wakatipu. Por eso, ofrece también todo tipo de aventuras: esquí, puenting, balanceo en el cañón, moto náutica, paseos a caballo, rafting en el río, senderismo, ciclismo, excursiones o, si lo se prefiere algo más tranquilo, también se puede disfrutar de tratamientos de spa.
En fin, para todos los gustos y colores, con un fondo de acompañamiento cargado por la belleza de la Central Otago, el misterio de las cercanas minas de oro de Arrowtown o la hermosura del lago Wakitpu. Éste precisamente es el paisaje en donde se rodaron las principales escenas de la popular película del Señor de los Anillos. Y es que realmente Nueva Zelanda es un lugar de película.
Gastronomía en Nueva Zelanda: Carne bajo la tierra servida con vinos de fama mundial
Por otro lado, la materia prima que utilizan es fresca y de la mejor calidad, emana de su océano y de sus largas extensiones de terrenos cultivados. Sin embargo, a pesar de poseer buen marisco y pescado, los neozelandeses se decantan por la carne, excepto para los maoríes, que suelen incluir con asiduidad el pescado en sus dietas.
Comenzando por su plato principal, en la carta gastronómica de Nueva Zelanda siempre te encontrarás los más comunes, realizados a base de cordero, cerdo, o venado. Uno de los más populares y la especialidad maorí es el hangi. Su preparación es todo un ritual: se cocina carne o pescado, acompañado de vegetales, en un agujero profundo en el suelo, se colocan piedras al rojo vivo, se pone el recipiente sobre las rocas, se tapa con la vegetación y con tierra, y se deja cocinar durante horas. Otros platos populares de la tierra son el Hot Pies, pies calientes, que son unas especies de tortas rellenas con todo tipo de condimentos: carne, tocino, huevo, champiñones, carne molida, vegetales, entre otros tantos ingredientes; y la Colonial Goose, pierna de cordero.
El pescado y el marisco cada vez están siendo más habituales en la carta neozelandesa, cuya lista de productos es larga: desde salmón, langosta, ostras, mejillón, vieiras, hasta los pipi and tuatua-moluscos de Nueva Zelanda-. Pero, desde luego, lo que no puede faltar en su mesa es la herencia inglesa con su típico Fish and chips, servidos en una especie de cucurucho de papel.
En cuanto a los postres, sobran las especialidades. Tras los platos principales, los neozelandeses terminan sus almuerzos con frutas como: la kumara, batata-; el tamarillo, fruto en forma de tomate que es conocido por el tomate de árbol; el kiwi, la feijoa, fruta-hortaliza; el Hokey Pokey, un helado típico de Nueva Zelanda; la famosa, pavlova, su postre nacional, un merengue con corteza crujiente y suave, cuyo nombre homenajea a la bailarina rusa Anna Pavlova; el Lamingtons, una esponjosa torta de chocolate espolvoreada con azúcar e hilos de coco, y el Anzac, un bizcocho inventado en la Primera Guerra Mundial, elaborado a base de copos de avena, coco, azúcar, mantequilla y miel de caña.
Y todo esto, acompañado de un buen vino que, dicen, supera en calidad, incluso a las carnes. Los viñedos de Nueva Zelanda poseen gran popularidad y han recibido premios internacionales. Entre todas sus marcas, las más exitosas son: el Sauvignon blanc de Marlborough; el Chardonnay de Gisborne; el Pinot noir y el Pinot gris del Central Otago y de Martinborough, y el Cabernet de Hawkes Bay y el de Auckland Waiheke Island. Pero para refrescarse, sin duda, la bebida común es la Lemon and Pareoa, una gaseosa elaborada con limón y agua mineral.
Fiestas en Nueva Zelanda: Música y Danza, tradiciones y deportes
Nueva Zelanda, como la mayoría de los países, celebra las típicas fiestas de Navidad y Semana Santa y, a vez durante todo el año, también organiza sus festejos típicos y tradicionales que recuerdan la cultura del pueblo neozelandés, a través de la música, el baile, y la recreación de sus tradiciones.
Comenzando el año, los neozelandeses se preparan para recibir el Auckland Folk Festival. Se trata de una de las principales celebraciones de música, canto y baile, que coincide con el aniversario de Auckland Kumeu, en el último fin de semana de enero. El festival es organizado por el Club de Devonport Folk Music, el Club Titirangi Música Folk, el Bluegrass Auckland, el Club de Old Country Music Time, Tir Na Nog, y los Auckland bailarines Morris. Se lleva a cabo en el recinto ferial llamado Kumeu, con una gran zona de acampada provista de todo tipo de servicios, restaurantes y tiendas, dispuestas para servir a los visitantes durante todo un fin de semana musical. Cada año, la organización de Auckand Folk invita a numerosos artistas internacionales para participar en el ciclo de conciertos que se lleva a cabo durante dos o tres días.
Le sigue el Waitangi Day, que siempre se celebra el seis de febrero de cada año. Se trata de la Fiesta Nacional con la que se homenajea el Tratado del Waitangi, firmado por los maoríes y los británicos en 1840. En Waitangi los festejos comienzan el día anterior en el Ngapuhi Te tii marae, con la organización de discursos locales iwi, en los que se plantean los problemas del día. Al día siguiente, se llevan a cabo ceremonias y manifestaciones culturales llenas de danza y el canto. El día se termina con una ceremonia tradicional en la que la Marina baja la bandera.
Además de esta tradición, el resto de comunidades celebran, cada una a su manera, la fiesta nacional. Así, prácticamente toda Nueva Zelanda se lleva de conciertos, festivales, mientras las instituciones culturales abren sus puertas para mostrar a visitantes e isleños la cultura maorí.
Ya en marzo se avecina otro festival, el New Zealand International Arts Festival, que tiene lugar cada dos años, durante prácticamente un mes, cada dos años. En esta ocasión, es Wellington el que protagoniza el evento, llevado a cabo en la Plaza Odlin, con un gran espectáculo compuesto por actuaciones musicales en vivo, recitales, obras de teatro, danza y otras tantas actividades culturales.
Además, Wellington es la capital de los festivales porque aquí se celebran, para todas las edades y aficiones, otros tantos festivales, como son: la Bienal de Jazz de Wellington, el bienes Brancott Mundial, el Nueva Zelanda Fringe Festival, el Festival Internacional de la Comedia, el Festival Folclórico de Wellington, Nueva Zelanda Mostrar Affordable Art, el Festival Artsplash y otros tantos festivales de cine.
También en marzo tiene lugar un evento muy tradicional. Se trata del Concurso de esquileo de ovejas de Hamilton, en el que los mejores criadores de ovinos del país, junto a otros tantos internacionales, compiten por conseguir el premio al esquilador profesional más rápido.
Entrando en abril, se celebra el Día de los soldados neozelandeses. El día de ANZAC, el ejército de Australia y Nueva Zelanda que se formó durante la Primera Guerra Mundial. La fiesta comienza el 25 de abril con la ceremonia del alba, Dawn service, en la que un soldado toca con el clarín el toque de retreta y el toque de diana, para dar comienzo a los diferentes desfiles de veteranos de guerra que se llevan a cabo por todas las localidades.
A principios de mayo es el Maratón de Rotorua. La emblemática carrera que se desarrolla en el lago Rotorua. La competición comienza en los jardines del Gobierno, sigue por las colinas Hamurana y vuelve a Rotorua. Y con el verano se celebra el aniversario de la reina, Isabel II, que tiene lugar el 6 de junio. Le siguen otras muchas fiestas dedicadas a la cultura, las aficiones y los deportes, que continúan desde el verano hasta final del año, como son: el Festival de invierno de Queenstown, durante julio; la competición internacional de pescadores de truchas de septiembre; el Maratón Internacional de Auckland y el Festival Taranaki de rodondendros, en New Plymouth, durante octubre, y en noviembre se organiza la exhibición ganadera y agricultora de Christchurch, así como el día de los buscadores de oro, en Central Otago.
Llega la navidad y volvemos a comenzar un año de festejos, concursos y festivales que ambientan toda Nueva Zelanda.