Cuando uno lee “aldeas históricas”, ya sabe que acierta en su visita.
Se trata de un núcleo de pueblos que albergan Historia e historias, donde sus habitantes son los descendientes de grandes comerciantes, bravos guerreros e incluso de algún que otro descubridor colonial. Estos ingredientes, más la espectacularidad de algunos paisajes, su gastronomía tradicional y las mejores bodegas de vino tinto del país harán de éste, un viaje para recordar. Cuando pises las localidades que te proponemos te trasladarás varios siglos atrás y rememorarás las batallas que se vivieron en los castillos y fortalezas, revivirás la conversión forzosa de cientos de judíos y disfrutarás de paisajes donde la mano del hombre se ha fundido con el espacio. Tanto es así que te encontrarás ejemplos en los que no sabrás discernir quién llegó antes, si la construcción o la roca, el árbol o incluso la montaña. Es increíble que este universo se encuentre a tan solo unas horas al oeste de tu casa. De hecho, es un viaje comodísimo porque saldrás desde tu ciudad, con tu coche y a tu ritmo. Habrá lugares que te seducirán, que te llamarán a gritos para que te quedes y no prosigas tu viaje, cual canto de sirena. Otros te enamorarán y querrás quedarte a vivir allí para siempre, rodeado de paz y naturaleza. Eso sí, todas las aldeas históricas que te proponemos a lo largo de esta ruta son tienen un denominador común: son especiales. No pasarás por alto ninguna de ellas y te mostrarán la hospitalidad del pueblo portugués.