Difícilmente encontraremos a alguien que no haya probado nunca alguna especialidad de la gastronomía china: rollitos de primavera, arroz tres delicias, wan tun, jaozi, nidos de golondrina, sopa de aleta de tiburón, pato laqueado… Por su exotismo, su intenso sabor y el buen hacer de los inmigrantes chinos repartidos por todo el mundo, su recetario ha traspasado fronteras. Mención aparte merece la prestigiosa cocina cantonesa, que ha conseguido hacerse un hueco entre las más apreciadas del planeta, y cuya nota predominante son las recetas al vapor. A ésta se suman las otras tres grandes escuelas culinarias de China: la del norte, en la que predominan los sabores salados y el uso del aceite; la de Shanghái, en la que abundan los platos con un toque dulce, y la de Sichuan, que se caracteriza por los platos picantes y aromáticos.
No obstante, lo que no todo el mundo sabe es que la cocina china está estrechamente ligada a la filosofía y la medicina, hasta el punto de que los alimentos se clasifican siguiendo los principios del yin y el yang. Así, los del tipo yin (femeninos) destacan por ser húmedos, blandos y refrescantes, por lo que se incluyen en esta categoría las legumbres, las frutas y las verduras. En cambio, los alimentos yang (masculinos), son platos que se consumen calientes, aderezados con especias y bien cocinados. De ahí que en este grupo se incluyan las recetas de carne. Teniendo en cuenta estas consideraciones, la misión de los chefs no sólo consiste en estimular el paladar, sino también en encontrar el equilibrio entre los alimentos fríos y calientes.
A diferencia de lo que ocurre en el mundo occidental, donde predominan los menús de dos platos y un postre, los almuerzos y cenas se componen de varios platillos servidos al mismo tiempo, y que tratan de armonizar los cinco sabores básicos: salado, dulce, amargo, amargo y picante. Todos ellos se consumen sin ninguna jerarquía establecida. Además, algunas comidas o cenas consisten en lo que aquí se conoce como hot pot: una gran olla de caldo que se coloca bajo la llama de un fogón o infiernillo, y en la que los comensales van introduciendo diversos ingredientes frescos que se cuecen al momento: setas, carne, verduras, tofu… Eso sí: los ágapes no suelen acabar con un postre.
Eso no implica que los chinos no sean buenos reposteros, aunque lo cierto es que estas especialidades suelen estar ligadas a las principales festividades del calendario. Buen ejemplo de ello son los pastelitos de luna (yue bing), unas riquísimas y calóricas tortitas que se consumen en la fiesta de la Luna Llena, con la que se da la bienvenida al otoño.
Con relación a los ingredientes, otro de los rasgos definitorios de la cocina china es el escaso protagonismo de los productos lácteos, debido al alto grado de intolerancia a la lactosa que existe en diversos territorios asiáticos. No obstante, en las provincias y ciudades del norte (como Mongolia Interior o la capital, Beijing), no es difícil encontrar leche y sus derivados, debido a que históricamente ha existido una mayor tradición ganadera debido a la proximidad de la estepa mongola, donde el pastoreo era la base de la economía local.
El lugar de la leche lo ocupa el tofu, una de las principales aportaciones de China a la gastronomía. Elaborado con soja, agua y cuajo, este alimento es muy versátil —se puede cocinar fresco o seco— y constituye la base de numerosos platos, en parte gracias a su bajo coste. Incluso, puede servirse sólo, aderezado con especias que le dan un toque picante.
En cuanto a los acompañamientos, el arroz es el ingrediente más recurrente en el sur de China. Éste acostumbra a servirse cocinado al vapor y sin sazonar. En cambio, en el norte del país, este papel lo desempeñan la pasta —introducida en Europa por los venecianos que llegaron a la zona en la Edad Media—, los panqueques o los panecillos de harina de trigo.
El té es la bebida más consumida, debido a sus propiedades digestivas y descongestionantes. A su vez, otras fórmulas más contundentes, como la cerveza y el alcohol de arroz, son bastante habituales en fiestas y grandes eventos, si bien no es frecuente la ingesta de alcohol durante las comidas o cenas.
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