La cocina sudafricana se caracteriza por ser sabrosa y aromática, así como por la marcada influencia de los platos típicos holandeses, introducidos por los bóeres en el siglo XIX. No obstante, la cocina neerlandesa no es la única que ha dejado su impronta: también lo ha hecho gastronomía malaya, indonesia, india y china, que era la propia de los esclavos asiáticos traídos para servir de mano de obra.
En cualquier caso, la tradición culinaria sudafricana también bebe de los pueblos indígenas que habitan en el país, como los khoisanes, los xhosas, los zulúes y los basothos.
El plato nacional es
braaivleis, una barbacoa que se hace cavando un foso, y sobre la que se enciende un fuego para asar sobre ellas carne de cordero o carnero, que son las más apreciadas para los sudafricanos. Se trata de una herencia de los
treekers, los colonos que se adentraban en tierras ignotas con carretas tiradas por bueyes. Otro tanto se puede decir de las conservas de fruta y las carnes ahumadas o saladas, como
biltong, tiras de gamo o avestruz secadas al sol.
Otras recetas recurrentes son el
bobotie, un pastel a base de carne, pasas y huevo cocido, generalmente acompañado de arroz amarillo, salsa, coco, plátanos en rodajas y salsa picante; el
biryani, un plato de arroz preparado con especias, carne, huevos o verduras; el
boerewors, una salchicha a la parrilla; el
mieliepap, puré de maíz con carne en salsa; el
mala mogodu, un plato de tripas que se sirve con espinacas; el
sosatie, un pincho de carne marinada; el
potjiekos, un guiso tradicional afrikáans, hecho con carne y verduras y cocinado a la brasa en una olla de hierro fundido; el
tamatiebredie, un guiso de cordero y tomate; el
fricadelle, albóndigas picantes con cebolla; el
sándwich Gatsby, muy popular en Ciudad del Cabo y consistente en un rollo relleno de carne y patatas fritas, y el
hoenderpastei, un suculento pastel de pollo.
Aunque la pesca no es la tónica habitual en los fogones sudafricanos, este ingrediente es el protagonista de platos como el
snoek, un pescado local ahumado o a la brasa.
Muchos de estos platos se acompañan del llamado
potbrood o boerbrood, un pan salado al horno de piedra que se prepara en un recipiente de hierro fundido.
La gastronomía sudafricana es también generosa en postres. Como ejemplo, convendría referirse al
melktert, un pastel a base de leche, o el
melkkos, también elaborado con este mismo ingrediente. No menos deliciosos resultan el
pudin Malva, hecho con mermelada de albaricoque; los
koeksisters, preparados con harina y mantequilla; el
amasi, una especie de cuajada, y el
mealie bread, un pan dulce horneado con harina de maíz.
Por otro lado, no hay que perder de vista que Sudáfrica es un gran productor de vinos ya desde la época de los primeros colonos. Éstos lo producían para abastecer a los barcos holandeses que hacían escala en el Cabo en su ruta hacia las India.
En la actualidad, los
vinos tintos y blancos de las zonas de Stellenborch y Paarl son muy apreciados en todo el mundo. En cuanto a la bebida nacional, habría que referirse al
vander hum, un aguardiente de naranjas amargas.
Otras bebidas sudafricanas son el
boeber, a base de leche, azúcar, cardamomo, canela y agua de rosas, y el
mageu, una bebida fermentada elaborada con harina de maíz.
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