Comer en Sydney: la herencia de los pioneros británicos
Del mismo modo que la lengua y los hábitos occidentales desplazaron las tradiciones y el folklore de los aborígenes australianos, el legado gastronómico de éstos tampoco sobrevivió a las modas —ni a los productos— introducidos por los inmigrantes británicos durante el siglo XIX. En efecto, los colonos trajeron consigo su ganado, sus verduras, sus frutas y sus costumbres y prácticas culinarias, como la de asar la carne a la parrilla. A su vez, los alemanes introdujeron en el país las cepas francesas y germanas, que aún hoy producen vinos de calidad contrastada, como los de Barossa Valley. Incluso los productos locales australianos, lejos sustentarse en un recetario autóctono, empezaron a prepararse siguiendo los métodos de los europeos.
Poco ha influido, por tanto, la cocina indígena en la moderna Australia, con alguna salvedad (por ejemplo, la carne de canguro, que también puede degustarse en algunos restaurantes del Viejo Continente).
No obstante, es interesante constatar que aún perdura la producción de frutas y verdura semitropicales originarias de Australia, tales como la granadilla o los chokoes. Del mismo modo, su condición de país costero le aporta una gran variedad de pescados y mariscos, especialmente el bacalao y las ostras de roca de Sydney, consideradas como unas de las mejores del mundo.
Desde el punto de vista del menú tipo australiano, cabe destacar que en este país suelen ser habituales los desayunos fuertes, a base de filetes de carne y huevos fritos. Asimismo, y para cualquier momento de la jornada, la cerveza es una de las bebidas más apreciadas.
Entre los platos típicos australianos que pueden saborearse en Sydney, destacan algunas recetas a base de pescado y carne, tales como el filete con ostras, el South Sea fish (pescado al limón), las tortitas de cordero con manzana o el cordero rehogado. En el apartado de las especialidades vegetarianas, cabe reseñar los chokoes con queso (calabacines rellenos). Finalmente, por lo que atañe a los postres y las bebidas, es altamente recomendable degustar los famosos lamingtons (bizcochos con hojas de té), así como su famosa cup de vino (una especie de sangría local).
Algunos enclaves de interés: tras la pista del pasado colonial
Al tratarse de una ciudad más joven —su historia, como se ha visto, arranca en las postrimerías del siglo XVIII—, Sydney resulta más bien parca en lo que atañe a los monumentos históricos, con la salvedad de algunas muestras de interesantes de arquitectura colonial. Por lo tanto, sus principal baza tiene que ver con su estratégica ubicación en la costa del Pacífico, su interesante oferta museística y, por supuesto, su vibrante vida cultural. A continuación, se resumen algunas propuestas para conocer más a fondo los encantos de la capital de las antípodas.
Introducción
Cuando en las páginas de un diario o en una conversación informal alguien se refiere a Australia, más de uno solemos evocar alguna de las imágenes más definitorias y recurrentes de esta enorme isla del hemisferio sur. Una de ellas es, sin duda, la Casa de la Ópera de Sydney, el célebre edificio que parece recrear las aletas de un banco de tiburones emergiendo de las plácidas aguas de la bahía. Pese a todo, ésta es sólo una de las múltiples postales que pueden paladearse en Sydney, la mayor urbe australiana —en la actualidad cuenta con 4,3 millones de habitantes— y el principal epicentro cultural y económico de Oceanía, pese a no ser la capital de su país (privilegio que recae en Canberra).
La ciudad ostenta la capitalidad del Estado de Nueva Gales del Sur (al noreste de Australia) y se encuentra situada en la desembocadura del río Parramatta, junto al Pacífico. Desde el punto de vista de la toponimia, su nombre evoca el de su fundador, Thomas Townshend, también llamado lord Sydney. Fue en 1788 cuando este ministro británico llevó a la zona a un grupo de reclusos procedentes del Reino Unido, los cuales pasarían a integrar la colonia penitenciaria de Port Jackson, área que hoy se conoce como la bahía de Sydney. Por aquel entonces, en las inmediaciones de este primer asentamiento blanco —el más antiguo del país— apenas vivían unos 8.000 aborígenes, que no tardaron en ser diezmados por la viruela y por las violentasluchas entre éstos y los recién llegados. Además, el otrora gobernador de Australia, Lachlan MacQuarie, impulsaría una campaña de occidentalización que supuso arrancarlos de sus familias y de sus lugares de origen, dando pie a un drama étnico y social que aún no ha sido subsanado. Mientras tanto, a partir de la década de 1830, Sydney experimentó un notable crecimiento a resultas de la llegada masiva de inmigrantes (atraídos en muchos casos por la llamada fiebre del oro), llegando a ser declarada como la primera ciudad de Australia el 20 de julio de 1852. El advenimiento de la Revolución Industrial daría alas a su desarrollo urbanístico: en los albores del siglo XX ya daba cabida a más de un millón de personas.
Ni la Gran Depresión de los años 30 ni las dificultades posteriores a la Segunda Guerra Mundial fueron un impedimento para la ciudad se convirtiese en un importante centro portuario comercial, financiero e industrial. En las últimas décadas, su dinamismo ha atraído a numerosos inmigrantes, procedentes en su mayoría del mundo árabe y del sudeste asiático. Éstos la han convertido en una metrópolis marcadamente cosmopolita. Asimismo, su papel como anfitriona de los exitosos Juegos Olímpicos del año 2000 sirvió para reforzar aún más, si cabe, su imagen internacional y su liderazgo en el marco de la llamada land down under (algo así como la 'tierra de debajo de abajo').
Debido a su ubicación geográfica, el clima imperante en Sydney se podría considerar templado. Por lo general, sus veranos son calurosos y secos, mientras que los inviernos suelen ser fríos y húmedos.
Como no podía ser de otro modo, la lengua de Sydney es el inglés (oficial en todo el país). Sin embargo, éste se habla con un particular acento, similar al de los inmigrantes irlandeses que en el pasado llegaron a la zona en busca de fortuna. En cuanto a las divisas, la moneda en curso es el dólar australiano, que equivale aproximadamente a 0,67 euros.
Para viajar a Sydney, únicamente se requiere disponer de un pasaporte con una validez mínima de seis meses y solicitar el visado electrónico eVisitor, que permite la estancia en el país durante 90 días (tantas veces como se desee durante un período de 12 meses). La obtención de esta autorización —vigente desde el 27 de octubre del 2008— es totalmente, gratuita y se gestiona a través de la web del Ministerio de Inmigración y Ciudadanía de Australia: www.immi.gov.au/e_visa/visitors.htm. Para estancias superiores, se tiene que gestionar el visado. Para más información, se recomienda dirigirse a la Embajada de Australia en España (Pº de la Castellana, 259, D, planta 24, Madrid) o bien en la página web del Ministerio de Inmigración y Ciudadanía de Australia: www.immi.gov.au. Asimismo, no es necesario vacunarse para viajar a este país.
Se pueden encontrar vuelos a Sydney desde los principales aeropuertos españoles a partir de unos 800 por trayecto. Todos ellos presentan por lo menos una escala, y cubren el trayecto entre la Península y el aeropuerto internacional de Kingsford Smith.
En cuanto a los hoteles en Sydney, su extensa oferta de alojamiento (que incluye desde establecimientos de lujo hasta albergues u hostales de juventud) permite estancias en la ciudad adaptadas a cualquier presupuesto.
Los hoteles en Sydney, su extensa oferta de
alojamiento (que incluye desde establecimientos de lujo hasta albergues u
hostales de juventud) permite estancias en la ciudad adaptadas a
cualquier presupuesto.