Gastronomía tokiota: el Edomae como buque insignia
En ámbito gastronómico, si por algo descuella la capital nipona es por haber inspirado una tradición culinaria diferenciada: el llamado estilo Edo o Edoamae, que debe su denominación al nombre con el que se conocía Tokio durante el período Tokugawa (1603-1868). Este tipo de cocina, surgido en la década de 1820 en el marco de los primeros establecimientos de comida rápida que comenzaban a proliferar por todo el país. En la actualidad, apuesta por sabores mucho más dulces o salados en mayor medida que el resto del archipiélago japonés.
Concretamente, el Edoamae deja su imprenta en muchos de los platos típicos de la gastronomía nipona, tales como la tempura (verduras rebozadas con maicena), el soba (fideos elaborados con harina de alforfón y servidos con salsa o caldo) y el unagi (anguilas). En el caso del Edoamae zushi —sushi al estilo tokiota— éste toma como productos básicos los diferentes tipos de pescado y marisco que pueden encontrarse en los puertos pesqueros próximos a Tokio, como el atún, el bonito, el mero o las angulas. Tras la implantación del transporte en cámaras frigoríficas, no obstante, las diversas especialidades de Edoamae han pasado a consumirse en todo el Japón, e incluso en el extranjero.
En el terreno de los platos más típicos de la cocina tokiota, cabe aludir al tsukudani ( pescado, carne o vegetales troceados y fritos en salsa de soja). Otra de las joyas de la cocina tokiota es el dojo; surgido entre las clases trabajadoras del antiguo Edo, se trata de un plato a base de pescado y cebolla preparado a la parrilla (hibachi). Asimismo, resulta obligado probar el chanko-nabe, un estofado elaborado con carne, pescado y verduras, muy consumido por los luchadores de sumo.
Más de un centenar de parques y una oferta cultural inagotable
Aunque puede resultar pretencioso resumir en unas pocas líneas los numerosísimos atractivos de Tokio, se detallan a continuación algunos de sus enclaves y atracciones más famosos.
Ameyoko: Ubicado al norte de la ciudad, es uno de los bazares más grandes del continente asiático. Aunque tras la Segunda Guerra Mundial la zona se convirtió en el punto neurálgico del mercado negro en la capital, sus múltiples tiendas brindan hoy la posibilidad de adquirir productos de marcas internacionales por muy poco dinero.
Ginza: Considerado como el distrito comercial por excelencia y situado en el corazón de Tokio, sus calles avenidas destilan exclusividad y refinamiento. No en balda, muchos se refieren a ella como la zona más cara del mundo. Proyectado en 1872 por el arquitecto inglés Thomas Waters, su fisonomía actual se basa fundamentalmente en rascacielos y neones nocturnos. Entre sus edificios más destacados, destacan el Gallery Center —que alberga exposiciones de arte japonés y una casa de subastas— y los grandes almacenes Wako, Mitsukoshi, Mastuya, Hankyu y Seibu.
Hanazono: Se trata de un santuario sintoísta localizado al oeste de Tokio (en Shinjuku este) y fundado a mediados del siglo XVII. En su interior se veneran diversas imágenes de Inari, divinidad con apariencia de zorro.
Kabuki-za: Inaugurado en 1889 para albergar representaciones de teatro kabuki y reconstruido totalmente en 1951, este edificio fusiona como pocos los materiales y las técnicas occidentales con la estética arquitectónica japonesa.
Marunouchi: Principal distrito de negocios de la capital, se halla entre la estación de tren de Tokio y el Palacio Imperial. Entre sus múltiples edificios de interés, cabe destacar la antigua sede de Correos —ya clausurada— o la sala de exposiciones del Tokyo International Forum. En cualquier caso, los rascacielos erigidos en la zona dibujan un skyline imponente.
Museo Nacional de Arte Occidental: Este edificio de Le Corbusier, presidido por la escultura La gran puerta del Infierno de Rodin, acoge una notable colección de óleos occidentales. Entre ellos, se cuentan los de los principales pintores impresionantes, así como los de Rubens o Pollock.
Museo Nacional de Tokio: Sita al norte de la ciudad, la institución da cabida a un impresionante inventario de obras de arte japonés e interesantes hallazgos arqueológicos, que constituye la colección más extensa del mundo en su género. Asimismo, también se muestran al público objetos procedentes de otros lugares del continente asiático, como la India o Vietnam.
Museo Shitamachi: Esta atracción, sita al norte de Tokio, es una invitación a descubrir cómo era la vida cotidiana en el antigua Edo. Para ello, el museo recrea algunas tiendas de época, como un almacén de caramelos o el taller de un calderero. La propuesta se completa con una nutrida colección de juguetes antiguos y fotografías. En total, el edificio cuenta con una colección de más de 50.000 piezas.
Palacio Imperial: Inciado en 1590 por orden del daimyo Tokugawa Ieyasu, los sucesivos trabajos de ampliación lo convirtieron en el más grande del mundo. Sin embargo, el edificio actual data del siglo XX, ya que el anterior fue destruido por los bombardeos aliados en 1945. Uno de sus principales atractivos radica en el Nijubashi, un puente de piedra de dos arcos erigido en 1888, y la denominada Otemon, un porta construido en 1967 que da acceso a los impresionantes Jardines Orientales. Con motivo del Año Nuevo y del cumpleaños del emperador, el recinto abre sus puertas a los ciudadanos
Parque Ueno: Se despliega al norte de la ciudad, y constituye una de las áreas verdes más extensas de la ciudad. La mejor época para apreciar su belleza es la primavera, momento en el que florecen sus numerosos cerezos. Del mismo modo, tampoco desmerecen los lagos y santuarios que salpican el recinto.
Shinjuku oeste: Este barrio de rascacielos, situado en la zona oeste de la ciudad, constituye el reflejo viviente del esplendor económico y comercial de Tokio. Una de las construcciones más impactantes son las oficinas del Ayuntamiento de la ciudad, proyectadas por Tange Kenzo.
Senso-ji: Ubicado en el distrito de Asakusa, este templo budista es el más antiguo de Tokio (el edificio originario data del 645), pero también uno de los más visitados. En su interior se venera al bodhisattva Kannon o Guan Yin, cuya imagen fue descubierta, según reza la tradición, en el año 628, a manos de unos pescadores que faenaban en el río Sumida. Entre sus edificios más significativos, se halla una espectacular pagoda.
Tenno-ji: Uno de los platos fuertes del distrito de Yanaka es este templo, en cuyo interior se conserva un espectacular Buda de bronce del año 1690.
Toshogu: Situado al norte de la ciudad, este templo es una de las escasas estructuras del período Edo que aún se conservan en Tokio. En el pasado, este santuario albergó la tumba de Tokugawa Ieyasu, aunque sus restos fueron trasladados posteriormente a Nikko.
Torre de Tokio: Inaugurada en 1958 e inspirada en la torre Eiffel de París, esta imponente construcción de 333 m alberga el mirador más alto de la ciudad (a 250 m de altura), desde el que se puede disfrutar de una magnífica perspectiva de Tokio. Su planta baja también da cabida a un espectacular acuario.
Yanaka: Este encantador y coqueto distrito norteño es uno de los pocos que escapó de la destrucción desatada por el terremoto de 1923 y los bombardeos aliados durante la Segunda Guerra Mundial. El visitante quedará maravillado ante sus pequeñas viviendas, sus estrechas y tortuosas callejas y sus tiendas tradicionales, que parecen haberse detenido en el tiempo. Del mismo modo, este distrito da cabida a un cementerio con numerosos cerezos, que ofrecen una estampa única durante el período de floración.
Zojo-ji: Emplazado en el centro del parque Shiba, se trata de un templo familiar fundado en 1393. Su ubicación actual data de 1598, momento en el que Tokugawa Ieyasu decidió trasladarlo allí para proteger la nueva capital nipona. Pese a todo, la construcción actual es reciente, ya que data de 1974.
Introducción
Pocas ciudades del mundo logran salir airosas a la hora de conciliar las exigencias de la modernidad y el progreso con un poso cultural y arquitectónico que ha permanecido intacto durante siglos. Precisamente, éste es el caso de la capital japonesa: Tokio, situada en la costa este de la isla nipona de Honshu —es la mayor del archipiélago— y habitada por la friolera de 13 millones de personas.
Fundada en el año 1457 bajo el topónimo de Edo, la ciudad tomó su nombre de un castillo próximo erigido por el samurái Ota Dokan (1432-1468). Sin embargo, su verdadero despegue económico y político no llegaría hasta 1590, momento en el que el daimyo Tokugawa Ieyasu (1543-1616) la eligió para establecer su corte durante la llamada etapa Edo (1603-1868). Desde entonces, la ciudad experimentó un crecimiento imparable: sin ir más lejos, pasó de tener 561.000 habitantes en 1731 a 1.367.000 en 1787. Tras la restitución de la autoridad imperial en el período Meiji (1868-1912), la capital se convirtió en la capital oficial del Japón en detrimento de Kioto, al tiempo que cambió su nombre por el de Tokio.
En la primera mitad del siglo XX, la ciudad se vio obligada a sobreponerse a dos grandes catástrofes. Por un lado: un terremoto (1923) desató un incendio que devoró dos terceras partes de la superficie, y por otro, los bombardeos estadounidenses devastaron más de la mitad del casco urbano durante la Segunda Guerra Mundial. Pese a todo, al acabar la contienda, Tokio superó a Osaka como principal centro industrial del país. Esta dinámica ha tenido continuidad hasta el presente; hoy, la capital nipona forma parte de la Keihin Kogyo Chitai, la mayor concentración urbana y fabril del país.
Su climatología —posee un clima templado, con temperaturas mínimas de 0°C en invierno y máximas de 30°C— hace que cualquier época del año sea propicia para visitar la ciudad.
Y para ello, sólo es preciso tener el pasaporte en regla. Del mismo modo, no será necesario tramitar el visado en el caso de aquellas estancias que no obedezcan a una finalidad laboral y cuya duración no rebase los 90 días. Tampoco se requiere ninguna vacuna obligatoria. Para más información, se aconseja dirigirse a la Embajada de Japón en España (C/ Serrano, 109, Madrid).
A la hora de contratar vuelos a Tokio, hay que tener en cuenta que ninguna aerolínea ofrece trayectos directos desde España. El viaje suelen tener una duración de unas 15 horas en total e incluyen por lo menos una escala (normalmente en Ámsterdam, Frankfurt o París). Pese a que la capital japonesa cuenta con dos aeropuertos, el destino más habitual es de Narita, que es que acoge los vuelos internacionales. El otro, el de Haneda, suele destinarse a vuelos domésticos.
Por último, cabe destacar que reservar hoteles en Tokio no entraña ninguna dificultad, dada el amplio abanico de establecimientos existente. Éste abarca desde los hoteles de lujo de estilo occidental hasta los famosos hoteles cápsula (cubículos utilizados principalmente que han perdido el último tren para regresar a casa). Tampoco hay que perder de vista los ryokan —pensiones de estilo japonés—, en los que los futones (sacos que se extienden sobre un tatami) sustituyen a las camas occidentales. Del mismo modo, la bañera suele ser mucho más honda que la de los hoteles europeos. A su vez, muchos ryokan —que no siempre se caracterizan por tener tarifas asequibles— brindan la posibilidad de degustar en la habitación la cocina kaiseki, consistente en un menú variado de platos típicos nipones. En un escalón inferior (por lo que respecta a precio y servicio), se encuentran las fondas y pensiones.
En cuanto a las compras, baste recordar que la moneda que se utiliza en Tokio es el yen (1.000 yenes equivalen a unos 8,9 euros).
Pocas ciudades del mundo logran salir airosas a la hora de conciliar las
exigencias de la modernidad y el progreso con un poso cultural y
arquitectónico que ha permanecido intacto durante siglos. Precisamente,
éste es el caso de la capital japonesa: Tokio, situada en la costa este
de la isla nipona de Honshu y habitada
por la friolera de 13 millones de personas.